La Guerra Civil frenó todo el progreso logrado en años anteriores en educación e investigación y, cuando ésta finalizó, los vencedores tenían para España unos planes claros, que diferían en muchos aspectos de lo que el país había sido anteriormente. Durante la dictadura de Franco, el nacionalcatolicismo imperó en todos los sectores del país, de la mano de medidas para el desarrollo de una economía política que alzase a España como una nación sólida y floreciente.

Se hizo mucho hincapié en reformar los estudios superiores y la investigación, a través de los cuales se pretendía formar ciudadanos a la altura de las expectativas que el régimen franquista tenía para el país, así como avanzar en ciencia e industria, motores con los que el régimen pretendía hacer realidad su proyecto de nación. La apuesta de la Universidad de Franco fue el retorno a una época idealizada y mitificada que enlazaba con los postulados ideológicos de la encíclica Quanta Cura. Surge entonces el concepto de ciencia católica, basado en el constante control que ejercía la religión sobre cualquier aspecto científico-técnico. Las instituciones eran controladas por miembros del Opus Dei, que fue ganando adeptos a lo largo de los años y su labor comulgaba con los principios de desarrollo del país del régimen.

 Aunque no fueron bien acogidas al principio, fueron muchas las mujeres numerarias del Opus Dei. Formadas en residencias femeninas, como la Residencia universitaria Zurbarán, donde Piedad conoció a Guadalupe Ortiz de Landázuri, numeraria de la obra, en 1952. En diciembre de ese mismo año, Piedad, pidió la admisión en el Opus Dei. Por fin había encontrado un camino que le permitía aunar su amor por la ciencia y su deseo de entrega a Dios. Desde ese momento siguió con su destacada carrera profesional en el CSIC, en el Instituto de la Marina, a la vez que dedicaba sus esfuerzos a sacar adelante el apostolado del Opus Dei con mujeres.